DESAHOGO
Sola,
navega en el mar de la vida
hacia un lugar
desconocido.
Intenta llegar a la orilla,
pero no divisa un
puerto.
Temiendo
nunca llegar
en este trasegar a tierra firme
su
cuerpo dibuja una criatura desamparada:
hombros
caídos, pies que se arrastran.
Al
fondo, los otros al verla
en la tarima,
tienen ojos retorcidos de tanto
reír,
labios tensionados,
hacen la pantomima de la mueca
alargada.
Ella, mientras tanto ha decidido ser un objeto
más,
un sofá, un cuadro o un alfiler.
No aguanta
más ser observada
como trapecista con zapatos de payaso.
Quiere
desaparecer.
Representar
cualquier cosa
antes
de ser despojada de sí misma.
Sin embargo,
los otros seguirán sacando sus colmillos.
Advenimiento
La muerte ruge al oído de Cancerbero,
al filo del abismo.
Dando
largos pasos parece cabalgar
y con su voz quejumbrosa:
criatura
maltrecha, trasiega por el hades.
Se
extiende a través de sus pasos,
que son gritos.
Ella,
parte inherente de la existencia.
Susurra
su retorno sin que nadie perciba su advenimiento.
Es
quietud y pendular de los cuerpos en el vacío.
EL ÚLTIMO CANTO
Entre
las ramas un pájaro canta
sus últimas notas.
Un
viento columpia su cuerpo.
El
cielo púrpura
anuncia su caída.
Un
ventarrón lo arroja al suelo.
La
muerte deja ver sus primeros indicios:
unas
heridas abiertas
y las plumas rodean en el piso
su cuerpo.
El
frío anticipa el esténtor del ave:
es una hoja que aletea débilmente
y
busca la profundidad de la tierra.
Sepultura
Siempre
la rutina,
el
alba en retorno perpetuo,
la
tierra desértica, muda, palpita.
Pica,
pala, grito,
abajo,
bien debajo de mis pies
siento
la tierra temblar
con
el movimiento de la ciudad despierta.
Pica,
pala, grito.
Hombres
y mujeres
se
preparan para un nuevo día
de
vaguedades, de horas muertas,
suscitadas
por:
la
máquina, la pica, la pala, el grito,
la
fila, las horas en punto, el grito,
la
producción, la pica, la pala,
el
agotamiento, los ojos pegados al techo.
El
retorno
fija
en el pecho de la mujer y el hombre
una
mañana con horas en punto,
máquina, gritos, pala, pica.
Sigue,
sigue estando…
la
tierra desértica, muda, palpitando.
INTROSPECCIÓN
Soy
agua
que
resbala por las grietas del mundo.
Soy
árbol, raíz anclada a la tierra, al tiempo.
Soy
sonido que vuela por los campos escuchándose,
y
silencio que aletarga atardeceres.
Sin
embargo, a veces, no quiero ser agua
que
viaje por el caudal de la existencia,
sino
tumbarme en el césped,
desprenderme
de mí misma en la noche.
Intentar
ser invisible,
navegar
en mis oídos.
Convertirme
en ráfaga de tiempo
que
al final se hundirá
en
las profundidades de los sueños
inventados
por la muerte.
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